viernes, 27 de mayo de 2011

"Espacio patrocinado por..."


El otro día iba en metro. Los viajes en él suelen ser bastante monótonos: miras a la gente de tu entorno, ellos te miran a ti, alguien canta y/o toca el acordeón, puedes apreciar cómo no se cede el sitio a ancianos, te fijas en las graciosas señales que te avisan de lo que no debes hacer ... Y el otro día todo iba como era de esperar.

Pero de pronto, me fijé en un chico que estaba de pie y vestido extraño: llevaba traje y pajarita, y una chistera en las manos. Parecía que iba a ponerse a cantar o algo así en cuanto empezara a moverse el vagón. 
Además, delante de mí había una mujer también vestida de forma rara: un poco al estilo de Tamara, la cutre "cantante" pelirroja que ahora tiene otro nombre (para quiénes no la conozcan, siento recurrir a ella para la descripción, pero es que iba muy parecida). 
Con gente extraña alrededor pensé: "bueno, ¡a lo mejor hacen algún espectáculo novedoso!".

Y el "espectáculo" comenzó:
Al parecer, había un tercer miembro de la representación. Era una chica vestida más "normal", a quien, según informaba el de la chistera, la mujer vestida como Tamara no dejaba ir a una fiesta con la ropa que llevaba. Tengo que reconocer que me perdí un poco la trama del asunto, pero de repente empezaron a decir algo de "Smartphones". Y, entonces, el de la chistera preguntó: "¿Quiénes de aquí tienen un móvil Nokia?".

Creo que esa pregunta nos dejó a todos los asistentes un poco anonadados. De hecho, nadie dijo "yo".  Pero, ¿por qué iban a preguntarnos eso?

La respuesta se hizo evidente al iluminarse la palabra "Nokia" en sus extrañas ropas y decir los 3 al unísono: "¡Nokia, connecting people!".


Debo decir que asistí a toda la función con una sonrisa en la boca, porque lo nuevo me entretiene, pero cuando me di cuenta del motivo por el que lo hacían mi sonrisa se convirtió en mueca de estupefacción. La gente aplaudió (aunque me parece que sus ánimos por hacerlo también disminuyeron al descubrir que era sólo más publicidad), y yo aplaudí, discretamente, más por respeto a los actores que por otra cosa.

¿Cada viaje en transporte público va a convertirse a partir de ahora en un paseo por túneles y vagones cargados de publicidad? Y no me refiero a la publicidad ya presente, de la que es fácil "huir" porque sólo tienes que no mirar. Me refiero a publicidad como esta, publicidad que viene a ti cuando estás tranquilamente sentado escuchando música o leyendo o mirando los graciosos carteles que te avisan de lo que no debes hacer.





Puede que exagere, pero si a una empresa se le ha ocurrido hacer esto, me preocupa que en breve, cuando andes por el andén, actores contratados por distintas compañías de teléfonos, de refrescos o de cualquier otra cosa, te asalten para decirte lo maravillosos que son sus productos. 

Creo que ya tenemos suficiente con que nos llamen a todas horas a nuestros teléfonos, nos envíen publicidad a nuestras casas y que, miremos a dónde miremos, haya anuncios: portadas de los periódicos, autobuses, postes en las aceras y carreteras, en las propias personas... Algún día, al terminar una clase, el profesor dirá "lección patrocinada por 'X' ".

La publicidad cada vez es más agresiva, y yo no quiero sentirme agredida por ella.

jueves, 19 de mayo de 2011

De patronos "fantasma"

Me "alegra" decir que Prisa y Sogecable (actual Prisa TV) no figuran ya en la lista de patronos de la Fundación Madrid Vivo.


¿Alguien sabe cuánto tiempo se tarda en hacer un cambio en una página web, tal como quitar un logo? En cualquier caso, ya no figura.

Así que, debido a, digamos, "un fallo", los encargados de publicar la lista de patronos habían colocado a Prisa ahí.
Sinceramente, espero que no se enteraran del asunto por mí (aunque eso me transmitió su Jefa de Prensa), sino que se lo comunicara el Sr. Rodolfo Martín Villa, quien sí aparece como presidente de Sogecable (actual Prisa TV) y patrono.


Por cierto, el otro día mantuve una conversación telefónica con un representante del Grupo Mahou-San Miguel, del Departamento de Comunicaciones Externas. Les escribí un correo para informarme por su participación como "socios" de la JMJ, y quisieron mi número para llamarme.
La verdad es que creí que me pedían el teléfono para que me desentendiera, para que pensara que eso ya era demasiado. Así que se lo dí: no quería parecer una asustadiza anónima.

Según me comentó, prefería la conversación telefónica por ser menos fría, porque el asunto por el que le preguntaba le llamó la atención ya que nunca nadie se había cuestionado antes por qué participaban con un evento de carácter religioso.

Bueno, esto es sólo un avance (cuando tenga algo más de tiempo la contaré al completo), pero ya que tenía que informar de lo de PRISA, quería destacar que, cuando le pregunté por los motivos por los que figuraban como socios de la Jornada Mundial de la Juventud, es decir, si era por compartir las ideas que el evento representa, el hombre se indignó bastante. Subió un poquito el volumen de su voz y  dijo:
"Bueno, esa pregunta... comprenderá usted que no se lo voy a responder porque es confidencial".

jueves, 5 de mayo de 2011

El placer de las multitudes

Una gota de sudor caía por la frente del hombre. Los ojos desorbitados, la boca con una mueca de horror. Las manos atadas y a la espalda, el cuerpo apoyado sobre un gastado cajón de madera. El galope de su corazón retumbaba en cada uno de sus tejidos. Y su respiración: rápida, como si sus pulmones intentaran aprovechar al máximo sus últimas inspiraciones.

Buscaba desesperado a su alrededor algo que pudiera servirle para quitar la soga que aprisionaba su cuello y huir.
Pero era inútil: vigilando, a su lado, el dueño del pie que golpearía para alejar de él lo único que lo mantenía con vida; frente a sí: una multitud deseosa por contemplar su último momento.




El verdugo estaba nervioso. A pesar de estar habituado a realizar esta actividad, cada vez que se encontraba en la situación sentía dudas. ¿Realmente estaba dispuesto a ser él quien acabara con la vida de ese hombre?
Preferiría encontrarse entre la gente, poder gritar como ellos hacían, disfrutar del momento. Les envidiaba. Ellos nunca tendrían que levantarse cada mañana con esa sensación, pensando en que habían matado a alguien.
Los motivos por los que esa persona hubiera sido condenada a morir no importaban. Ninguno era suficiente para tranquilizar su conciencia.

Y mientras, las personas de la multitud esperaban, ansiosas. Recordaban con una mezcla de horror y  satisfacción la última ocasión en la que vieron una ejecución.
“¿Por qué está ahí?”, preguntaban algunos. Pero la respuesta no importaba realmente a nadie.