martes, 5 de abril de 2011

El otro alguien

Como cada día, volvió a casa después de clase. 
Le gustaba vivir solo, no tener que rendir cuentas a nadie de lo que hacía o de cuándo lo hacía.
Su casa era pequeña, pero perfecta para él.

Mientras se cambiaba de ropa en el interior de su cuarto, empezó a observar la habitación que tenía enfrente, un pequeño cubículo destinado a la lavadora, la ropa de cama, toallas, el papel higiénico... Sólo podía apreciar una pequeña porción de la habitación, ya que la puerta estaba entornada. Y entonces se dio cuenta de algo extraño: alguien que no debía (¡que no podía!) estar allí, frente a él, en su casa, a unos aterradores metros. Y no sabía si correr para salir de su propia vivienda o acercarse con todo el valor posible a aquella puerta, abrirla y asegurarse de si lo que veía era cierto o una imaginación de su activa mente.
Durante un tiempo infinito notó cómo el miedo le recorría todo el cuerpo; cómo, a una velocidad indescriptible, intentaba encontrar una explicación razonable para lo que estaba viendo.
Y se quedó allí, de pie, mirando a ese alguien que le miraba, a ese alguien que le espiaba en su propia casa. Y se preguntaba desde cuándo estaría allí, desde cuándo ese alguien contemplaba con unas intenciones desconocidas sus movimientos, su íntima rutina.

Y mientras tanto, ese alguien que se encontraba en la minúscula habitación de la lavadora se preguntaba lo mismo. Por qué había alguien en su casa, por qué le contemplaba desde esa otra habitación, por qué le espiaba y con qué intenciones. Y ese alguien, durante un tiempo infinito, notó como el miedo le recorría todo el cuerpo. Se preguntaba desde cuándo estaría observándole. Y se quedó allí de pie, mirando a ese otro alguien que le miraba.

4 comentarios:

Carlos dijo...

Qué inquietante...

Violeta dijo...

Inquietante "a más no poder" x)

Luis dijo...

Me ha encantado este relato, pues es entretenido, intenso y abierto a la imginación del lector.

Violeta dijo...

Gracias :)